martes, 6 de octubre de 2009

TANGO , FUTBOL Y DEPORTES

El tango –ese rito rioplatense que hoy se exporta a todo el mundo– ha sido, desde su origen, un fiel exponente de la cultura urbana y principalmente de la interurbana: la del arrabal, las orillas, las zonas periféricas de Buenos Aires y Montevideo, las ciudades en las que se forjó esta filosofía musical desde la segunda mitad del siglo XIX. Es más, el tango se encargó de proponer una perspectiva antagónica con respecto a los diferentes lugares de la ciudad. En sus letras, el arrabal (los barrios marginados) está indisolublemente vinculado a los amigos, a la “vieja”, a lo auténtico, lo popular; al sentido de pertenencia que nace y crece dentro de una zona trabajadora. En cambio, el centro urbano representa lo vanidoso, la ostentación, las “luces que encandilan” al cantor.




Pero el tango no sólo se encargó de retratar –con su música, sus encantos y su nostalgia– al paisaje de la época. También fue un interlocutor preciso entre el hincha y la pelota. Entre la tribuna y los jugadores. Varios autores -algunos reconocidos, otros no tanto- confirman esa teoría. Las estrofas finales de “Quién te ha visto Buenos Aires”, de Rafael Lauría y Natalio Lamicela –escritas hace largos años pero con una asombrosa vigencia– remarcan el idilio hacia varios cracks de la época:



Y si hablamos de fútbol

¡che, que papelón!

Hoy se juega sin alma

ya no hay emoción.

¿Pero por qué no lo dejan

jugar como ayer?,

¡a lo Pedernera, Pontoni y Boyé!



Y no sólo de la pelota se ocupó Lauría. Las veladas en el Luna Park, la mística del boxeo y hasta el origen de los boxeadores fueron temas de referencia en sus composiciones. Así, dibujó un homenaje, un agradecimiento eterno a Pascual Pérez, quien había conquistado el campeonato del mundo de los livianos en 1954.



Ya no habrá quien pare

a esta raza criolla

que pone su vida

en cada victoria.

Contentos estamos

de este galardón.

¡Viva Pascualito,

nuestro gran campeón!



Y el sueño de todos, de los hinchas y de los jóvenes se hizo canción en “El sueño del pibe”, un relato de Reinaldo Yiso. O más que un relato: una síntesis de todas las sensaciones que afronta ese pibe de barrio cuando el club lo elige para iniciar su carrera deportiva:



“Mamita, mamita” se acercó gritando

la madre extrañada dejó el piletón

y el pibe le dijo riendo y llorando

el club me ha mandado hoy la citación.



Mamita querida

ganaré dinero

seré un Baldonedo,

un Martino o un Boye;

dicen los muchachos

del oeste argentino

que tengo más tiro

que el gran Bernabé.



Pero no sólo los jugadores fueron la inspiración de los tangueros. Hubo letras, hermanadas por el violín y el bandoneón, que supieron describir ese domingo mágico, ese ritual que significaba asistir a las gradas para sufrir o gozar con un resultado que más tarde se convertiría en casi una anécdota. Palabras abocadas a relatar la influencia del fútbol en la vida cotidiana de una sociedad que esperaba con ansias el domingo a la tarde. De esa costumbre se valió “Tiempo de tranvías”, una canción de Héctor Negro que se inmiscuye en una realidad que hoy resulta lejana:



Vuelven esos ecos de las mesas de escolaso.

Noches con la barra en la esquina fraternal.

Sábado y milonga que promete el club del barrio

y el domingo, lleno de ese fútbol sin igual.



Y el resabio de una tarde de ensueño, pesadillas o estupor se refleja en “Domingo a la noche”, de Oscar Rubistein:



Café de un barrio porteño

En la noche de domingo…

Sexta edición, cubiletes,

El tema: fútbol y pingos.

Cuatro muchachos charlando

En la mesa de rigor,

José, Ricardo y Anselmo

Y el cuarto: un servidor.



La concepción nostálgica del deporte es una de las propiedades que contiene el legado que dejó el tango a este rubro. Al cabo, el tango y sus discípulos proponían y aún proponen volver a los viejos tiempos. Los de la vieja y los amigos. Los de Pedernera, Pascualito y los domingos llenos de fútbol.

Espero les  gusten las  historias

Tangamente!!!!!!!