lunes, 21 de septiembre de 2009

APRENDER TANGO CUESTION DE CLASE

E s curioso comprobar cómo la reciente multiplicación de lugares donde aprender tango (excluyendo en este caso el baile) obedece tanto a su auge como a su crisis estructural. Un relevamiento efectuado en distintas escuelas, institutos y conservatorios porteños da cuenta de un interés que no existía años atrás.

Al mismo tiempo, esta saludable proliferación académica es el síntoma de una carencia: hay que "construir" músicos de tango porque la práctica tanguera no está "naturalizada" en el sentido en el que se podría entender, por ejemplo, el surgimiento espontáneo de las bandas de rock. La analogía no es antojadiza: en la década de 1920, Troilo necesitó sólo unos pocos meses de estudio con un profesor de barrio para, a los once años, debutar en el Cine Petit Colón de Córdoba y Laprida. Pugliese, a los nueve, se metió en un conservatorio barrial y luego se especializó con los maestros Vicente Scaramuzza y Pedro Rubione. Ambos, sin embargo, crecieron con el tango, bebieron directamente de él y lo transformaron con el peso de sus personalidades, haciendo uso de una autoridad pedagógica que llega hasta nuestros días.

El recorrido por los lugares de enseñanza actuales traduce la diversidad de inquietudes e intenciones de los músicos a la hora de abordar el tango. Refleja, de algún modo, el prestigio creciente del género en los ámbitos académicos y, por otra parte, la más prosaica -aunque irreprochable- "salida laboral" que se intuye y se promete detrás de varios intentos de "especialización".

La Orquesta Escuela de Tango de Buenos Aires, el Instituto de Formación Autoral de SADAIC, el Liceo Superior del Tango (perteneciente a la Academia Nacional del Tango), la Escuela Argentina de Tango, el Collegium Musicum, la Cátedra de Tango del Conservatorio Superior de Música Manuel de Falla, la Escuela Popular de Música del SADEM, son algunos de los escenarios donde se capacitan futuros intérpretes y compositores.

Ignacio Varchausky, contrabajista de El Arranque, es el alma mater y coordinador de la Orquesta Escuela dependiente de la Dirección de Música de la Secretaría de Cultura, y cuenta que el proyecto nació, hace unos años, como una suerte de reflejo de lo que él no tuvo. "Yo hice por las mías lo que ahora está haciendo la Orquesta Escuela. Agarraba la guía, llamaba a los maestros, les preguntaba cómo hizo este arreglo, cómo compuso tal tema, me leí todos los libros que pude, iba al mercado de pulgas, me juntaba con coleccionistas".

La Orquesta Escuela, entonces, funciona como catalizadora de una esencia que sólo es heredable por transmisión directa. Dirigida por Emilio Balcarce, y entre los ejes pedagógicos se destaca el desfile rotativo de grandes maestros. Varchausky señala que la agrupación tiene tres ejes: "el primero y fundamental tiene que ver con trabajar siempre en el atril, con los maestros que tocaron los respectivos estilos que se enseñan. Esto es, la transmisión oral directa. No en un aula. Otro eje es trabajar con material original, para lo cual hicimos un trabajo tremendo de rescate y búsqueda, que continúa. Y el tercer eje tiene que ver con el objetivo. Lo que queremos es generar colegas. Que estos estudiantes, algunos avanzados, otros profesionales de otras músicas, terminen tocando al lado nuestro".

En el equipo de trabajo no hay "profesores de música" en el sentido convencional del término. "La realidad es que casi ninguno tiene experiencia ni dotes docentes. Como trabajamos con 50, 60 Maestros, es parte del trabajo del equipo que integra la orquesta codificar lo que ellos nos muestran y transmiten. Que llegue eso que los maestros saben sin saber que lo saben. Lo que nosotros hacemos es apropiarnos de esa información y compartirla". La Orquesta (en rigor, son dos orquestas) tiene en estos momentos 30 alumnos. Entre ellos, una belga, una estadounidense, una suiza, una israelí, un colombiano y un mexicano. Son dos años de estudio. A grandes rasgos, en el primero se ven los estilos orquestales más significativos. En el segundo se recibe a directores invitados que aportan sus propios arreglos, a los que deben adaptarse los estudiantes. No se cobra arancel alguno. Como contrapartida, la Orquesta actúa regularmente en distintos escenarios.

Nicolás Ledesma dicta la cátedra de piano en la carrera de tango del Conservatorio Superior de Música Manuel de Falla. Su experiencia no sólo está ligada a su condición de profesor (en la que se desempeña desde hace 15 años) sino al privilegio que vivió como alumno: su maestro de tango fue Horacio Salgán. Ahora Ledesma reconoce que sus propios alumnos sueñan -algunos lo hacen más explícito que otros- con absorber, por carácter transitivo, la sensibilidad y la técnica de Salgán. Tarea muy difícil, sin duda. "A los 18 años estudié con Salgán. Era 1985. En esa época, si quería estudiar tango en algún lugar, no había nada. Entre los tres cursos tengo unos quince alumnos. Todos chicos jóvenes, de 20 años, más o menos. Nada que ver con la generación mía. Cuando yo era adolescente, era vergonzoso tocar tango. Soy de La Pampa; cuando vine acá y armamos el Sexteto Sur, me acuerdo que Walter Castro me decía que el bandoneón lo tenía que esconder. Eso cambió muchísimo. Hoy tocar bien el tango da prestigio. Para mí enseñar fue primero una alternativa, después me empezó a gustar y ahora es como una necesidad de que el género se conozca. Quiero que la gente toque lindo el tango, que se mantenga el estilo".

La cátedra de Tango y Folklore en el Manuel de Falla es fruto de la obsesión educativa de Juan Falú, que propuso el proyecto a la Secretaría de Cultura de la Ciudad. La carrera, que se dicta desde hace tres años, es de Ciclo Superior. Enseñan, entre otros, Carlos Moscardini, Roberto Calvo, Fabián Bertero y Pablo Mainetti. Los estudiantes se reciben, tras cuatro años, de "instrumentista y arreglador de música popular". Ledesma sintetiza: "el enfoque es muy práctico. Como viene gente que ya sabe tocar su instrumento, lo que tratamos de transmitir es, más que nada, la vivencia tanguística".

El Instituto de Formación autoral de SADAIC (Sociedad Argentina de Autores y Compositores) no da título sino certificado de estudio. Es gratuito y no requiere para el ingreso de conocimientos musicales previos. Se enseña música popular en general. "Pero tango y folklore son los géneros que más convocan", admite Egildo Briguori, el coordinador administrativo del instituto. "Antes era una escuelita de música. Venían jubilados, gente que quería ocupar su tiempo. Después nos dimos cuenta de que había que jerarquizar la enseñanza, darle otro contenido, y empezaron a venir muchos jóvenes", señala Briguori. Suelen arrancar el año unos 500 alumnos y lo terminan alrededor de 150. "Muchos creen que es fácil, que vienen, aprenden, do, re, mi y salen aprendiendo a componer. Nuestros profesores son exigentes". Entre los profesores puede mencionarse a Osvaldo Montes (lectura y escritura musical), Juan Carlos Cirigliano (armonía y composición) y Néstor Marconi (curso complementario de bandoneón). El coordinador enfatiza el objetivo del instituto, consustancial al espíritu y la razón de ser de SADAIC: "Lo que nosotros queremos es formar autores".

El ensayista y poeta Horacio Salas, que enseñó en la Academia Nacional, dice que se estudia más el tango "porque desde el exterior marcaron el camino. Los argentinos somos así. Hace unos años estuve en un congreso en la Universidad de Berlín, sobre tango y literatura. Había profesores de todas las universidades de Europa y los EE.UU. hablando de tango, mientras que la UBA (Universidad de Buenos Aires) no le presta atención. Pero como ahora se siente que el tango es bien visto afuera, hay como un efecto de contagio". También a nivel teórico, Oscar Del Priore tiene una dilatada experiencia pedagógica. En 1991 canalizó "tantos años de conferencias, libros, programas de radio" en una experiencia que quedó a mitad de camino: la Universidad del Tango. Hoy funciona una versión acotada de aquél proyecto, el Centro Educativo del Tango (dependiente de la Secretaría de Educación porteña), que dicta dos carreras: Historia del Tango y Tango-Danza. Del Priore enseña ahora en el Liceo Superior del Tango, dependiente desde 1995 de la Academia Nacional del Tango. "Dicto la materia 'Distintos tipos de tango, vals y milonga', que incluye también ranchera, candombe, es decir, todos los géneros que entran en la orquesta de tango. Y lo ilustro con buenas grabaciones". La carrera está constituida por 24 materias, que se pueden terminar en el transcurso de tres años. "No soy demasiado exigente. Lo que quiero es que los jóvenes aprendan. Ellos no buscan un beneficio económico con ese título". Del Priore también da clases en el IUNA, desde hace tres años: "Tango y literatura" y "Tango y música". "Antes la gente vivía el tango, aprendía a bailar bailando, y a tocar tocando. Un pibe que estudiaba Bach, salía tocando tango. Ahora el interés se manifiesta de otra manera, y se estudia el tango. Está muy bien. A mí me gustaba más antes, que surgiera espontáneamente. La gente que va a aprender le gusta el tango, pero por ahí no reconocen a Troilo de Biagi, a Pugliese de Di Sarli. El oído no está entrenado. Antes se escuchaba tango por la radio todo el tiempo. Yo creo que se puede enseñar historia del tango, se puede enseñar a bailar, pero lo más difícil es enseñar a tocar. Para los que vienen del conservatorio es más fácil tocar Piazzolla que Agustín Bardi, porque está 'mejor escrito'. El que descubre a Bardi le cuesta, porque aquellos temas delegan mayor responsabilidad al que interpreta".

En la Escuela Popular de Música del Sindicato Argentino de Músicos (SADEM), se añadieron orientaciones a la currícula. El músico Armando De la Vega, director de estudios del instituto, destaca que "tango" y "jazz" son las más requeridas. La del ISMP (Instituto Superior de Música Popular), dependiente del SADEM, es una carrera terciaria, que se cursa de tres a cuatro veces por semana y que después de alrededor de tres años, otorga el título de Intérprete Superior en Música Popular, con orientación en tango. Estudiar allí cuesta, en promedio, 250 pesos por mes y hay un examen de ingreso que garantiza un piso de nivel técnico de todos los que ingresan. Según De la Vega, "El concepto que nos rige es que todos los profesores, excepto los de las materias humanísticas, sean músicos en actividad. Es un principio casi ideológico. En general, los chicos llegan sin conocer de tango. Cuando empiezan a tocarlo ven que lo que se difunde del género no siempre es lo más noble y lo más lindo. Lo importante es no enseñar con fundamentalismo. No transmitirles, ‘lo único que existe es tal cosa'. Si pueden aprender Al Di Meola y Grela, fantástico".

La Escuela Argentina de Tango, en tanto, funciona en distintas sedes: el Centro Cultural Torquato Tasso, el Centro Cultural Borges, el Teatro de la Comedia. Pasan por allí de 800 a 1000 alumnos por semana, según señala Octavio Maroglio, su director ejecutivo. Desde 2002 se enseña instrumentos afines al tango, canto y danza. El arancel arranca desde los 15 pesos mensuales, para las clases grupales. "Lo principal a nivel académico es que buscamos nuclear los referentes de cada estilo, sin imponer una línea académica. En nuestro cuerpo docente hay representantes de escuelas diversas. No queremos una sola línea determinada. Entre otros, forman parte del plantel docente Néstor Marconi, Héctor Mele, Pablo Agri, Leonardo Marconi, Nicolás Ledesma, Aníbal Arias, Analía Rego, Sergio Rivas y Oscar Ferrari. "Hay mucho público de entre 20 y 35 años. Y la segunda franja corresponde a la gente que tiene entre 40 y 55. Son hombres y mujeres que, cuando eran adolescentes se formaron con el rock y ahora, de grandes, se empiezan a acercar". Entre las actividades paralelas está el Seminario Tango Industria Turístico Cultural, enfocado hacia estudiantes de turismo.

El recorrido termina en el Collegium Musicum, un centro tradicional en la enseñanza de pedagogía musical infantil, que desde abril de 2004 incorporó una escuela de tango. Su director, Gabriel Menéndez, subraya que: "el objetivo no es tocar el instrumento (en el Collegium, además de los instrumentos tradicionales se enseña saxo, flauta y clarinete) sino especializar estilos, para perfeccionarse. Lo que buscamos es profesionalizar gente. Darle técnica de interpretación y repertorio. Que cuando salgan de acá estén aptos para trabajar, ya sea en una orquesta o como acompañantes de un cantante, o para armar un dúo o un trío. Por eso no trabajamos una materia que se llame lenguaje musical o audioperceptiva, suponemos que el que viene tiene un manejo de lectura musical". Las clases son individuales (cuestan entre 105 y 120 pesos por mes) y la carrera dura, como mínimo, dos años. El programa de estudios incluye clases intensivas para estudiantes del exterior.

Casi todos los músicos y docentes consultados reconocen que la diversidad enriquece (buena parte de la generación que está tocando profesionalmente en estos momentos tuvo como única alternativa a la Escuela de Música Popular de Avellaneda), pero algunos temen que en la vorágine del "mercado académico" se pierda el eje de la excelencia. Dentro de diez años (un poco más, un poco menos) se conocerá el alcance y los resultados de este creciente interés por aprender y por enseñar tango*